Pierre-André Taguieff (2018) Judeofobia. La dernière vague. Fayard : Paris, 293 pp.
Reseña
Yana Grinshpun
(traducción en español Oscar Marchena Garcia)
La nueva obra de P. A. Taguieff, publicada en mayo de 2018, es actualmente el estudio más completo de las manifestaciones contemporáneas del antisemitismo y antisionismo, tal y como se pueden observar hoy día en la sociedad francesa, que pretende ser democrática, pluralista y multicultural.
El autor recuerda prudentemente la concepción de judeofobia, desarrollada en multitud de libros sobre el tema. Define la judeofobia como el odio a los judíos, organizado ideológicamente, que se sirve del acervo de estereotipos existente, y considera a los judíos una amenaza. Así, la judeofobia toma forma como visión antijudía del mundo; funciona como un mito que puede ir acompañado de acciones violentas. En sus obras anteriores (La nueva judeofobia, Predicadores del odio, La judeofobia de los modernos, El antisemitismo), Taguieff precisa detalladamente por qué utiliza este término en lugar de antisemitismo, que se define a menudo como el « racismo dirigido contra los judíos ». Para él, este uso saca de su contexto histórico los usos de palabras como « racismo » y « antisemitismo », y no permite explicar el conjunto de prácticas socio-discursivas que tienen una correlación con las creencias y representaciones negativas de los judíos.
La novedad de esta erudita obra, extremadamente documentada en cuanto a todas las cuestiones abordadas a lo largo del libro, consiste en observar la interpenetración de nuevas y antiguas formas de odio hacia los judíos en las sociedades contemporáneas, tanto en Europa como en Oriente Medio. Los antiguos mitos anti-judíos provenientes de la cultura cristiana, así como los estigmas políticos, sociales y psíquicos de los judíos europeos de los siglos pasados, son reciclados por la propaganda islamista y por la de la extrema izquierda.
Para demostrarlo, Taguieff propone, por ejemplo, un análisis interesante y matizado de la ideología de los Hermanos Musulmanes, que explotan profusamente la idea, utilizada por la extrema derecha europea, de los judíos como conspiradores y mentirosos, identificándolos como los enemigos más antiguos del Islam, asesinos de profetas y pervertidores de los « auténticos » textos sagrados. Encontramos aquí una reconfiguración de antiguas mitologías: los enemigos más antiguos de Cristo, pueblo” deicida”, pueblo “sanguinario” (el término más empleado por la propaganda de la Autoridad Palestina hoy día, así como por Irán y el conjunto del Mundo Árabe, hostil a la existencia de Israel), que se mezclan con la tradición coránica y la de los hadiths, en los que los judíos están presentados como los enemigos del profeta y de los musulmanes.
Esta afirmación está apoyada por los resultados de las últimas encuestas realizadas a migrantes originarios de Siria y de Irak en Alemania, así como por las estadísticas alarmantes de los actos antijudíos cometidos por las personas que se identifican con el Islam en alza en otros países de Europa Occidental.
P.A. Taguieff muestra lo que podría parecer a primera vista una paradoja ideológica emergente de los confines de los años setenta, cuando las ideologías marxistas, trotskistas y comunistas se encuentran con las forjadas por los ideólogos arabes, de convicción judeófoba, y que convergen con éstos últimos en la construcción de una figura repulsiva del judío sionista: un nuevo enemigo de los nuevos « oprimidos » palestinos, que han sustituido al proletariado europeo. La convergencia de estos movimientos ideólogos engendra una idea de lucha nacional en un marco anti-imperialista. « El pueblo palestino » es así inventado por los órganos de propaganda comunista soviética y por la propaganda árabe, cuyo objetivo principal es la eliminación del estado de Israel. El hecho de decir que el « pueblo palestino » es una invención, no es una representación mental, ni un acto de mala fé. P. A. Taguieff hace referencia, entre otros, a las declaraciones de Zuheir Mohsen, el líder de la facción pro-siria de Hamas, que declara en 1977 al periódico holandés Trouw que el pueblo palestino no existe. Y explica que « la creación de un estado palestino no es más que un medio para continuar nuestra lucha contra el estado de Israel ». El investigador cuestiona, en consecuencia, la visión inocente de ciertos historiadores politólogos del conflicto israelo-palestino como un conflicto nacionalista « ordinario », estrictamente territorial o político. Muestra que no se trata de relaciones entre dos nacionalismos en competición, sino de reivindicaciones religiosas islamistas que consideran que toda tierra en la que han estado presentes los musulmanes debe parecerles sin concesión ni negociación. El historiador recuerda que la promoción de la OLP, creada en 1964 con ayuda de la KGB, tenía como objetivo la eliminación del estado judío, lo que anunciaban Hassan Al Banna, Arafat, y todos los líderes de Hamas desde Khaled Mechaal hasta Ismaël Haniyeh.
Sucede lo mismo con la recuperación de las teorías negacionistas aparecidas en Europa tras la Segunda Guerra Mundial por parte de los ideólogos antisemitas del mundo musulmán. Estas teorías, muy extendidas en la extrema derecha (en los entornos católicos tradicionalistas o fundamentalistas protestantes) han sido retomadas por ciertos movimientos de extrema izquierda a partir de los años setenta. Las grandes figuras de esta recuperación y propagación de tesis antisionistas son Roger Garaudy (ex-comunista, ex-trotskista y convertido al Islam), Jean Ziegler y el Abad Pierre. Taguieff subraya que el negacionismo (de derecha) y el antisionismo radical (de izquierdas) se encuentran en un plano argumentativo en la inversión de victimización practicada profusamente tanto por los primeros como por los segundos. Nos explica los engranajes de este razonamiento perverso: si el genocidio no tuvo lugar, entonces los judíos no fueron víctimas del nazismo, mientras que los palestinos si pueden tomar el rol de víctimas, las del sionismo. De este modo, los israelíes (los « sionistas ») convierten en opresores, imperialistas y racistas. En consecuencia, Israel no tiene ninguna legitimidad para existir y debería ser condenado por la justicia, por la moral y por las naciones del mundo. Este razonamiento permite comprender mejor qué lógica siguen todas las resoluciones de la ONU votadas contras Israel desde su existencia.
El autor muestra a lo largo de sus análisis, muy detallados, el modo en el que los antisemitas modernos practican la inversión victimaria, ya sean ideológicos provenientes de la extrema izquierda postcomunista o miembros de los Indígenas de la República, a menudo apoyados por los intelectuales de izquierdas. Esta práctica es visible sobre todo con la victimización de yihadistas y con la unificación de los judíos. Igualmente, PAT estudia la arqueología de esta inversión. Para él, se trata de una convergencia de factores: en el bloque comunista, la fecha clave que acciona la nazificación de los judíos remonta al juicio de Slansky en 1952 (el famoso juicio de Praga iniciado por el presidente del Partido Comunista Checoslovaco contra el secretario general del partido, Rudolf Slansky) de origen judío y acusado falsamente de complot sionista. Desde entonces, la campaña de nazificación del sionismo, comenzada por el poder comunista soviético, penetra en Occidente y se extiende entre los comunistas franceses. Estas ideas van mano a mano con la concepción que tienen ciertos intelectuales de izquierdas de los terroristas, a los que exoneran de toda responsabilidad, por identificarlos como víctimas de un sistema social que no ha sabido integrarlos. Estos intelectuales atribuyen a las víctimas del terrorismo la responsabilidad de este terrorismo. Según la doxa de la extrema izquierda, los jóvenes asesinos de judíos y de franceses son « oprimidos » del « racismo del Estado », y se identifican lógicamente con los palestinos, ya que estos últimos encarnan a los « oprimidos » absolutos y universales que son, de hecho, los judíos de hoy día.
P.A. Taguieff constata que el motor principal de la judeofobia contemporánea es el compromiso a favor de la « causa palestina » en toda su ambigüedad, que aparece como el « antisemitismo políticamente correcto », según la fórmula del autor. El historiador desmonta igualmente los mecanismos de retórica anti-sionista y constata que el antagonismo radical relacionado con el pro-palestinismo funciona del mismo modo que una religión política que propone una explicación de las grandes cuestiones del mundo, haciendo converger todos los males hacia una sola entidad nacional y geopolítica: Israel. Citando profusamente los discursos de los «predicadores» de esta nueva religión, el autor analiza la manera en la que los antiguos mitos son utilizados tanto por la extrema izquierda europea como por los ideólogos musulmanes, de los que el más representativo es Tariq Ramadan.
Taguieff afirma con amarga ironía que ya no existe la cuestión judía; ha sido sustituida por la « cuestión israelí », y si antes hablábamos de genocidio judío, hoy asistimos a los preparativos y a los intentos no siempre verbales de cometer un «israelicidio ».
Este libro se presenta como un diagnóstico excelente de la crisis de identidad, social y nacional de cada una parte de la sociedad francesa presa de una peligrosa contaminación ideológica. Pues los nuevos odiadores de judíos identifican a estos últimos con los occidentales (o a los « colonizadores blancos », según sus términos), o dicho de otro modo, la judeofobia no es separable para muchos de ellos de la hesperofobia (el odio del Occidente). Vinculada con la ideología victimaria de extrema izquierda, basada en la identificación de los judíos de Israel con el neoliberalismo, el capitalismo y el liberalismo, y la de los árabes palestinos con la figura del Proletario por excelencia, haciéndose eco del antisemitismo de extrema derecha, esta configuración no solo amenaza los ciudadanos judíos, sino los ciudadanos de Europa y del mundo.
El remedio consiste en ver claramente la contradicción en el mensaje enviado a las jóvenes generaciones por las élites : por una parte se les dice que el antisemitismo no está bien (incluso los Indígenas de la República[1] proclaman que no son antisemitas (afirmando al mismo tiempo que son antisionistas y propalestinos), y por otra, los círculos intelectuales de izquierdas ejercen una hipercrítica de Israel y una victimización de los « oprimidos » tal, que se anula completamente el mensaje anterior. El combate con las formas de odio no pasa por los discursos indignados y estériles de los políticos o universitarios, sino por establecer una política de disuasión y las medidas firmes contra los comportamientos contrarios a las leyes de la República.
El libro contiene una introducción, 9 capítulos y la conclusión. Está escrito de modo accesible a los lectores que no disponen de conocimientos previos en el estos dominios en los que P. A. Taguieff es un especialista reconocido, con una lengua depurada y un estilo sobrio, sin jerga universitaria. Y por último pero no menos importante: el gran mérito de esta obra es el posicionamiento del autor, que intenta comprender fenómenos de extrema complejidad en dimensiones a la vez históricas, discursivas, ideológicas y políticas, sin hacer concesiones a las mentes dogmáticas, a los investigadores de mala fé, a la opinión pública, ni a ningún tipo de presión ideológica de las que el autor es víctima desde hace años.
[1] Un partido politico definiéndose como antirracista y decolonial